
Una disfunción eréctil se puede diagnosticar y tratar con muy pocas pruebas. Tendrá un diagnóstico y un tratamiento individualizados.
Todo debe partir, obviamente, de la entrevista con el paciente y la construcción de su historia clínica. Se continúa con una exploración física adecuada. Con ella se conocerá el tipo de impotencia y la causa. También permite valorar la repercusión psicológica sobre el paciente y su pareja.
A partir de ahí el urólogo debe solicitar el análisis de sangre y el de orina. Si la disfunción se acompaña de un descenso del deseo sexual, es aconsejable realizar una determinación de testosterona en sangre.
De esa forma se le podrá informar al paciente de la causa de su problema y ofrecerle el tratamiento más adecuado. El pene podrá analizarse vascularmente a través de ecografía y doppler. En muy pocos pacientes, sobre todo en jóvenes, es necesario recurrir a pruebas muy específicas.
Todo puede terminar en un examen psicológico, con preguntas para determinar el grado de depresión y detectar otras posibles causas psicológicas de la disfunción eréctil.
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