La función sexual masculina se produce en respuesta a una estimulación sexual adecuada para el individuo.
Se caracteriza por obtener y mantener la erección del pene, la emisión de espermatozoides, la eyaculación y el orgasmo, permitiendo así una relación sexual satisfactoria para el hombre y su pareja.
Para que todo esto se produzca, se necesita que mecanismos vasculares, neurológicos, hormonales y psicológicos se encuentren operando, individual y sincrónicamente, en forma normal.
El deterioro de alguna de estas funciones producirá la alteración en alguna de las fases de la respuesta sexual masculina, que es una secuencia de fenómenos fisiológicos, o de la función sexual en forma parcial o completa, lo que puede producir un importante impacto en la calidad de vida del paciente, su pareja y en su entorno familiar.
La respuesta sexual masculina, al igual que otras funciones, sufre cambios fisiológicos normales y alteraciones a cualquier edad, especialmente con el paso de los años.Además, con el envejecimiento, muchos de los fenómenos que participan en esta importante función se ven afectados por hábitos, conductas y patologías orgánicas y psicológicas propias del adulto.
En el adulto mayor se produce una disminución en la secreción de la hormona sexual masculina -testosterona- y aproximadamente en el 39% de los hombres entre 45 y 85 años esta situación se acompaña de alteraciones que se expresan como disminución de la libido, alteraciones de la erección (la que se hace menos frecuente e intensa), y necesidad de mayores niveles de estimulación para obtenerla y mantenerla.
Puede haber una disminución en la cantidad y calidad del semen, acompañándose de eyaculaciones a veces menos placenteras, con episodios de orgasmos breves y menos intensos.
También existen muy frecuentemente alteraciones de la eyaculación, como eyaculación prematura o precoz, ausencia de eyaculación, retardo de eyaculación, y eyaculación dolorosa, las que deben ser adecuadamente estudiadas para indicar el tratamiento.
En estos últimos, la causa es por otras patologías y sus tratamientos: hipertensión arterial, alteraciones metabólicas como la diabetes mellitus, uso de vasodilatadores, medicamentos para compensar enfermedades cardiacas, obesidad, vida sedentaria, tabaquismo y consumo de drogas, entre otros.
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